Viernes, 05 de Junio de 2009 03:24
Lo que en algún momento parecía que constituiría una nueva categoría en dispositivos conectables se transformó rápidamente en algo existente. Es el caso de las netbooks, que hoy, y pesar de su nombre, no son más que simples subnotebooks. Esto que parece un trabalenguas, es fácil de explicar.
Cuando se comenzó a hablar de netbooks, la idea era que fuera un equipo orientado principalmente a la conectividad, pensando no tanto para usar WiFi sino las redes celulares, de 3G en adelante, por lo que incluirían en forma nativa capacidad para aceptar chips de celulares o incorporando la electrónica necesaria para conectarse a otro tipo de redes. Era un dispositivo que brillaría en un modelo de cloud computing, por lo que tampoco incluían mucho almacenamiento. Apenas algún “disco” en base a chips de memoria, con lo que su capacidad de almacenamiento no superaba los 8 o 16 Gb. La idea era que los datos estuvieran mayormente en la red y no en el equipo, tal como sucede hoy para quienes usan Gmail, Hotmail u otros servicios de mail basados en la web por oposición a Outlook u otras aplicaciones de mail que se instalan en los equipos. Lo mismo sucedería con otras aplicaciones. Por este motivo, se pensó que sería un territorio fértil para Linux, ya que a fin de cuentas, el sistema operativo no contaba tanto. Alcanzaba con que tuviera instalado un buen browser o navegador.
Pero el mercado, que suele tener la última palabra, no lo entendió así, sino que vio en las netbooks a una notebook mucho más transportable. Por lo tanto, comenzó a demandar capacidad de almacenamiento y, como la idea era usar las mismas aplicaciones que en las PC de escritorio o notebooks, también el procesador debía ser más poderoso. Y, ya que estamos, demandaban pantallas más grandes. Todo esto hizo, además, que su precio no estuviera tan lejos de las notebooks, solapándose de hecho en varios casos. Y así terminamos en lo que son hoy, notebooks más pequeñas, que pertenecen a la existente categoría de subnotebook por su menor tamaño.
Esto hizo también que la gente no quisiera saber nada con Linux sino que esperara una interfaz que ya conoce: Windows. Entonces, lo que se presentaba como una amenaza para Microsoft se convirtió en una oportunidad. Ni lerdos ni perezosos, los herederos de Bill estiraron la vida comercial de XP (que respondía mejor que Vista en esas configuraciones) y bajaron notablemente su precio (el precio de la licencia se encuentra alrededor de los US$ 15). Por su parte, Linux perdió la batalla porque más allá de lo que el público demanda, la misma naturaleza abierta y sin dueño de este sistema operativo hizo que no hubiera un apoyo comercial/promocional/marketinero detrás que pudiera hacerle frente a Microsoft. Algo con lo que ningún vendedor de Linux puede competir.
Esta mutación de las netbooks hacia notebooks no hizo más que extender el dominio WinTel (Windows e Intel) a esta nueva/vieja categoría. Así, versiones con Linux o próximamente con Android, y con procesadores tipo ARM, quedarán posicionadas como “quiero y no puedo”, a no ser que empresas con capacidad de marketing y financiera estén dispuestas a evangelizar seriamente respecto del concepto original de una netbook y sus usos. Y sólo los operadores de redes móviles podrán hacerlo, si es que consideran que la propuesta tiene sentido. De no ser así, las netbooks, tal como fueron concebidas originalmente, habrán sido un sueño de una noche de verano.