Viernes, 08 de Febrero de 2008 14:27
Pareciera que existe una atracción natural en la política argentina por los proyectos faraónicos, la mayoría de los cuales generalmente no pasan del anuncio (y de algunos gastos en los primeros proyectos). A veces la cosa es peor, porque las obras terminan haciéndose pero a costos varias veces superiores a los originales, al igual que los tiempos de ejecución.
Es positivo que un país que en las últimas décadas ignoró a la ciencia quiera ahora recuperar el tiempo perdido. Un primer paso favorable fue la creación de un ministerio propio. Pero pasamos de ningunear a proyectar una obra que está muy por encima de lo necesario, como es el anunciado Polo Científico Tecnológico que agrupará cosas tan diversas como el Ministerio de Ciencia y etc., el CONICET, la Agencia de Promoción Científica, el Caicyt, un museo, un centro de convenciones, y otras cosas. Pareciera que se quisiera recuperar los montos no invertidos por décadas en un solo proyecto edilicio...
Carece de sentido que en pleno siglo XXI, donde el conocimiento (base de la ciencia y la tecnología) cada vez más fluye por redes electrónicas, querer aglutinar físicamente edificios como se hacía a mitad del siglo XX. Es preferible interconectar lo que ya hay y usar el dinero del polo en la actualización de los edificios existentes en vez de apostar a un modelo centralizado y totalmente fuera de época.